16 ene 2012

Rescatando a Edwin Sutherland

Hace ya varias décadas que se ha visto aparecer un libro (que ahora no se ve ni se lee) de un autor casi desconocido para la Criminología de antaño. El libro era “Delitos de cuello blanco”, de E. Sutherland. Un libro que tenía más de periodístico que de científico; o al menos eso se dijo del mismo en su momento.
Lo cierto es que dicho libro ha producido un quiebre copernicano en la Historia de la Criminología, principalmente por poner en duda y criticar (más desde el sentido común, tal vez, que desde la ciencia) las posturas del positivismo criminológico.
Ahora bien, no creo que la finalidad del libro de Sutherland fuera precisamente esa: la crítica al positivismo. Más bien, y teniendo en cuenta la fecha de escritura y posterior publicación, la crítica iba dirigida a Merton y su teoría de la anomia. Esa tensión entre fines y medios de la que tanto se ha hablado.
La postura de Sutherland dejó sobre la mesa algo que se venía padeciendo pero no se comentaba, ni muchos se analizaba: la criminalidad de cuello blanco; los delitos de los poderosos; el crimen sin sangre sin una víctima claramente identificable. Es así que el autor criticó al positivismo criminológico, alegando que las causales que se proponían para explicar la criminalidad, no eran aplicables a todas las tipologías de delincuentes, y mucho menos a la criminalidad de cuello blanco.
Hoy, casi 70 años después de la publicación de ese libro, la criminalidad de cuello blanco sigue siendo un tema cuasi tabú en nuestra sociedad. La persecución penal se diluye en ese entramado delincuencial borroso, pero no por eso menos indignante ni macabro en relación a otros tipos de delitos.

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