22 nov 2011

El delincuente ya no es un anormal

La historia de la Criminología y de las ciencias subsidiarias de la misma, nos han aportado desde el nacimiento de la misma (en varios casos) la concepción de que el hombre delincuente era un ser “anormal”.
La anormalidad tiene que ver con la estadística y con la frecuencia que se presenta un determinado valor de determinada variable en determinada población. Esto quiere decir, que lo que es anormal, es lo que no se presenta con normalidad en la población (de ahí el criterio estadístico). Por ejemplo, si en una población “X”, donde la mayoría de dicha población presente dentro de la variable “edad” el valor “25 años”; el sujeto de esa población que presente el valor “30 años”, será anormal (dentro de ese universo en particular), porque precisamente no está dentro de la norma.
Ahora bien, retomando lo expresado en el primer párrafo, desde que la Criminología se instala como Ciencia dentro del ámbito de las Ciencias Sociales, pero con un método de abordaje y análisis propio de las Ciencias Naturales, es donde la concepción del sujeto delincuente quedará plasmada como “anormal”.
¿Por qué ha sucedido tal cosa? Precisamente por el método de abordaje: el anátomo – clínico. Este método impulsado por Lombroso, apuntaba a realizarle autopsias médico – legales a los sujetos imputados como delincuentes, como así también, a observar toda su contextura física externa. Por lo tanto, de la muestra que recoge este profesional mencionado, concluye que todos los delincuentes presentaban anomalías en su contextura cerebral como así también en su contextura externa, que diferían notablemente de las presentadas por los “no – delincuentes”. Ergo, el delincuente era un anormal, porque se alejaba de la norma.
Si bien es cierto que Lombroso ha ido modificando y variando aún más su teorización sobre esta temática, no lo trataremos en profundidad aquí, ya que nos interesa sobremanera mostrar cómo ha evolucionado la teorización del sujeto delincuente a nivel científico, para arribar a las concepciones que hoy están en boga.

Nuevo contexto.
Actualmente, en materia penal y criminológica, atravesamos un nuevo contexto mundial a nivel político y social, que ha transformado paulatinamente algunas prácticas en estas cuestiones.
El pasaje del Estado Social al Estado Penal, según Wacquant, ha traído aparejado un corrimiento por parte del Estado en lo que tiene que ver con la responsabilidad en materia de seguridad y de administración de la Justicia.
Es así que asistimos a tendencias en políticas de gestión de la seguridad, donde el Estado no ocupa el rol preponderante que debería cumplir, impulsando la participación de actores sociales individuales y empresas privadas, dando lugar a un gerenciamiento mixto sobre el tema de la seguridad y la prevención del delito.
Así, podemos observar que las políticas de prevención del delito que más desarrollo han tenido son las correspondientes a la mencionada Estrategia de Prevención situacional – ambiental.
[Antes de avanzar y desarrollar este tema, quiero decir lo siguiente: es por la concepción teórica que se tiene del sujeto delincuente, que se ha podido arribar a la situación actual en la que se está. Antes las políticas sobre prevención del delito eran diferentes, precisamente porque se pensaba a la criminalidad de otra manera. Pero ya seguiremos sobre este punto hacia el final del presente.]
La estrategia de prevención situacional – ambiental del delito delimita diversas prácticas, herramientas, y técnicas que están orientadas a la transformación del medio ambiente donde se da un determinado tipo de delito, buscando lograr como principal objetivo disuadir al potencial ofensor/criminal de la comisión del delito.
Es así que se pueden observar múltiples cámaras de seguridad, sistemas de alarmas más complejos que sus antecesores, presencial policial, rejas y murallones, que tienden a la concreción del objetivo mencionado. Es decir, que la intervención en materia criminológica, con el nuevo Estado Penal, se en el marco del medio ambiente físico donde se presenta la conflictiva, y no sobre los sujetos concebidos en su individualidad.
El nuevo Estado Penal ha traído precisamente esa modificación en la concepción del sujeto delincuente: un ser genérico carente de individualidad que puede ser disuadido de la comisión de delitos a través de esta mencionada estrategia. Este nuevo sujeto delincuente, no presenta anomalías en su comportamiento ni en su estructura psíquica, sino que es un ser racional que se explica a través de la postura que desarrollaremos a continuación.

Teoría de la Elección Racional.
Existen hoy en día numerosos autores dentro del campo de la Criminología, que han cambiado la pregunta acerca de las causas de la conducta criminal. Ya no se preguntan por qué un sujeto delinque, sino que la pregunta en ciertos círculos hoy pasa por “¿por qué no todos delinquimos?”. O sea, que pareciera ser que se busca encontrar los mecanismos que llevan a un sujeto a respetar la ley y tener una conducta acorde a las normas sociales y jurídicas, mientras que la conducta criminal se ha naturalizado de tal manera, que ya no se cuestionan las causas de la misma.
Volviendo a la introducción del presente, y teniendo en cuenta los números estadísticos en materia de criminalidad, a este nivel, la criminalidad hoy en día es algo “normal” porque se da cotidianamente. Ya es normal ver noticias sobre hechos delictivos en cualquier medio de comunicación o haber sufrido al menos algún hecho de este tipo (o conocer gente que lo haya padecido). El delito hoy no es la excepción, sino la norma. Y la excepción, pasa a ser el respeto por las normas sociales y jurídicas.
Ahora bien, esta naturalización de la criminalidad, está apoyada por una teoría que viene del campo de las Ciencias Económicas, pero que aplicada al campo de la Criminología ha tenido muy buena acogida y ha permitido desarrollar las estrategias preventivas del delito que hemos mencionado supra.
¿Qué postulados tiene esta teoría de la que hablamos? Principalmente, parte del supuesto de que el sujeto delincuente es un ser racional que voluntariamente elige, a través de un proceso de análisis “costo – beneficio”, delinquir, ya que la actividad delictual le proporcionaría mayores beneficios económicos que alguna actividad económica lícita.
Como vemos, esta concepción del nuevo sujeto delincuente, determinado por sí mismo, es decir, su voluntad, y no por causas biológicas, psíquicas, sociales, etc., nos da un panorama distinto acerca de la intervención sobre la criminalidad en dos ámbitos bien diferenciados: la prevención del delito, y la intervención post comisión del delito.
En el primer ámbito, el modo de intervenir es a través de la prevención situacional ambiental del delito.
En el segundo, casi que no hay opciones, salvo la inversión en materia de seguridad penitenciaria, en detrimento de todas las políticas de tratamientos penitenciarios que pudieran ensayarse al respecto. Las ciencias humanas, cada vez más, están teniendo menos para hacer (de acuerdo a ciertos gobiernos) en materia de intervención sobre la criminalidad.

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